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El horario del torno (Venta de dulces y atención al público) es de 9,30 a 13,30 y de 16,30 a 18,30 horas. MISAS: DÍA DE DIARIO A LAS 7,30. DOMINGOS A LAS 8,30 horas (EL HORARIO ESTÁ SUJETO A MODIFICACIONES ( se ruega llamar para confirmar al 927244992) ORACIÓN CON EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO LOS JUEVES y DOMINGOS de 19 horas a 20,30 horas

NUESTRA VIDA



Las monjas jerónimas que habitamos en este monasterio de Santa María de Jesús, en Cáceres, te damos la bienvenida a ti que te acercas a nosotras por este blog.

Al hacerlo te abrimos las puertas de nuestro monasterio y te invitamos a acercarte personalmente, con el deseo de que puedas gustar y te sea de provecho lo que para nosotras es nuestra vida: el encuentro diario con Jesucristo, a través de la vida de comunidad, la oración –liturgia y lectio divina- y el trabajo. Parte de nuestro quehacer diario es la elaboración de dulces artesanales que podéis adquirir.




. ¿QUIÉN ES UN MONJE O UNA MONJA CONTEMPLATIVA?
La esencia de la vida monástica se puede resumir en tres verbos: amar, rezar y trabajar. Es la triple raíz de una vocación única: la búsqueda de Dios en comunidad, en la soledad y el silencio. La soledad y el silencio son medios para la construcción de la unidad interior en lucha contra determinados aspectos de la propia personalidad o del entorno ambiental. Es bastante conocido que “monje” (monachos) significa ‘solitario’. Tal vez, sin embargo, no lo es tanto que, según una etimología más temprana, “monje” se podría traducir también por “único” o “unificado”. Monje sería, pues, aquella persona que intenta llevar a cabo una “unidad interior” huyendo de la dispersión y fragmentación de nuestra vida habitual yendo a lo esencial del ser humano: su identidad con Dios. Los monjes, como ha dicho Benedicto XVI, buscan en la inestabilidad del mundo lo que realmente vale y permanece siempre. En lo que es provisional buscan lo que es definitivo. Son buscadores de Dios. Esta búsqueda, sin embargo, no la llevan a cabo desorientados en un desierto sino en el seno de una comunidad, en la lectura y meditación constante del camino que el Señor nos ha allanado previamente: la Palabra contenida en los libros sagrados. Y en la construcción de esta unidad interior en busca de Dios, el monje, por definición, ama, reza y trabaja.

. EL MONJE-LA MONJA AMA
Antes que ninguna otra cosa, ama. Amar es la única ley de Cristo. Por eso la monja, como todo cristiano, se siente llamada a cumplir este mandamiento con entusiasmo. Primero acogiendo con todo su corazón el amor que Dios nos tiene......
En segundo lugar retornando al Señor el amor recibido. Y también estimándose ella misma como obra de Dios porque si no se estima no podrá amar a los demás como a sí mismo. Y, finalmente, como un signo inseparable de este amor, la monja ama su comunidad y aquellos a los que esta acoge. Y, en la oración, ama a todos. En una época en que la palabra amor está tan devaluada, conviene recordar que el tipo de amor a la que está llamada la monja es aquella que los griegos, diferenciándolo de eros (la atracción física y espiritual para con una sola persona) y de filia (amistad), designaban con el nombre de agapé: darse a los demás sin esperar nada a cambio. De momento, pues, un monje-una monja es un testimonio de amor desinteresado que no huye del mundo, sino que lo ama en profundidad buscando Dios y, orando por el mundo, la abraza en su totalidad por medio del Espíritu. Y ya sabemos cuáles son sus frutos: los frutos del Espíritu son: amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. (Gal 5,22). ¿Es esto inútil para un creyente?

.EL MONJE-LA MONJA ORA
El monje ora. Porque su modelo, Jesús, oraba. Porque, como Jesús, se ofrece al Padre, la escucha, le canta el himno interior de adoración, intercambia amor, le da gracias y no para de interceder por todas las personas del mundo. Ora como Iglesia o Pueblo de Dios con la Liturgia de las Horas y, en la cima del día, con la Eucaristía. Reza y medita en privado. Ora porque Jesús en su oración estaba tan unido a Dios que podía afirmar que estaba en el Padre y el Padre estaba en él. Y porque a través de Jesucristo y por medio del Espíritu el monje aspira a estar en el Padre en todo momento. El monje intenta llevar a cabo hasta el final la vocación de todo cristiano: “Estad siempre alegres, orad continuamente, dad gracias en toda ocasión. Esto es lo que Dios quiere de vosotros en Jesucristo” (1 Ts 5, 18).
Orar es elevar la mente y el corazón a Dios. Orar es la fe en acto o, mejor dicho, en acción. Es testimoniar que todo está en manos de Dios y de su providencia. “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los constructores. Si el Señor no guarda la ciudad, es inútil que vigilen los guardas” (Salmo 127).
¿Es esto inútil? Sin Dios es una tontería. Con Dios y desde la fe es, no sólo útil, sino necesario: “orad en toda ocasión, movidos por el Espíritu, con oraciones y súplicas; en las vigilias dedicaos a interceder con constancia a favor de todo el pueblo santo y a favor mío, porque Dios me ponga en los labios palabras valientes para hacer conocer el misterio del evangelio, del que soy un embajador encadenado. Orad para que hable con valentía, tal como es mi obligación” (Ef, 6,18-19). Si a San Pablo, pues, le hacía falta la oración para su acción, ¿cómo no nos ha de convenir la oración amorosa de los monjes para dar testimonio del evangelio en el mundo por parte de todos los bautizados?

. EL MONJE TRABAJA
Y el monje trabaja. Porque Dios ha querido que los hombres y las mujeres continuáramos su obra de creación. Porque Dios, que crea y sostiene el mundo, trabaja. Porque Jesús trabajó. Porque el Espíritu faena sin parar. Y el monje trabaja porque, como todo el mundo, se tiene que ganar la vida. Y como ocurre con el amor, testimonia también con su trabajo y con los productos de su trabajo otra manera de trabajar en nuestro mundo: si se comparte todo con los hermanos de la comunidad y se busca la sencillez austera , no es necesario trabajar ni tanto tiempo ni con tanto ahínco como en el mundo.

. UNA LUZ PROPIA
Amar, orar y trabajar. A menudo también un combate y un camino de cruz. Es la vocación de todo cristiano que el monje hace radical, es decir, la sitúa y la realiza en la raíz de la Fe. En los monasterios la búsqueda de Dios se concreta en el seno de una comunidad y de acuerdo con unas normas de convivencia y de ordenación de la vida particular y comunitaria que se llama Regla, a menudo fuente de profunda espiritualidad como es el caso de la de San Benito.
Amando, orando y trabajando el monje irradia una luz propia que puede percibir cualquier persona que pase unas horas y unos días en un monasterio. Porque un monasterio y su comunidad son lugares de llegada de retiro, de búsqueda de paz y de silencio. Son lugares que acogen sin preguntar nada a todo el que llegue. Son comunidades, en definitiva, que irradian esa luz en múltiples servicios hacia su entorno: la luz más pura de la Fe.
¿Es inútil este testimonio?

Artículo publicado en Problemática Viva, Delegación Diocesana de Pastoral Familiar, Arzobispado de Barcelona, Marzo de 2013